Todas las mañanas me miro a los ojos frente al espejo y escucho el silencio de la madrugada, recordando palabras e imágenes que ayer se fueron acomodando en el desván de mi memoria. Cuánta mentira en boca de unos; cuánta verdad en la mirada de otros. Cuánta palabra vacía; cuánta mirada llena de incomprensión y desesperanza.
¿Qué nos ha pasado? ¿Qué nos está pasando? Cuán frágil es muchas veces la memoria del ser humano; quizá demasiadas, pero… ¿hasta cuándo? ¿Dónde están los límites de la sinrazón, la desvergüenza y la hipocresía? ¿O tal vez sean ilimitados al igual que la codicia y el egoísmo del ‘ser humano’? Ojalá conociera la respuesta; o quizá, sea mejor ignorarla.