Es importante, y debería añadir además, saludable, sobre todo en este tiempo que vivimos de unos años a esta parte, detener nuestro caminar y mirar atrás. No es necesario girarse ciento ochenta grados, ni tan siquiera noventa, bastaría con girar la cabeza sobre cualquiera de nuestros hombros (aunque yo propongo alternarlos), y observar el camino hasta ahora recorrido. Sin temor, sin rencor, sin añoranza, sin tristeza… Se trata de ser conscientes de lo que he hecho hasta ahora y, si acaso, preguntarme sobre lo que quiero hacer en lo que me queda por recorrer. Detenerse para seguir caminando.
Yo lo hago de vez en cuando, si bien es cierto que desde hace unos años cada vez lo hago con más asiduidad. Me detengo, sin prisa, y reflexiono, pero siempre con una sonrisa en los labios. Lo hecho, hecho está y poco o nada puedo hacer para cambiarlo, pero me ayuda a entender hasta dónde he llegado y la forma en la que lo he conseguido y pensar si quiero seguir por un camino similar al hasta ahora recorrido, o corregir rumbo. Y desde luego SIEMPRE agradecerle a la vida el privilegio que me ha concedido al permitir que otros caminos, de otros caminantes, se trenzaran con el mío, aunque solo fuera por un instante. Muchos, aún me acompañan.