No sé si es por el cumplir de los años, por el paso del tiempo, porque a estas alturas de la vida me gusta repasar el camino recorrido, o por todas ellas y otras tantas más, me gustaría conocerme, realmente. Me conozco bastante bien (creo), y cada vez me gusta más mostrarme como soy, dejando a un lado (en ocasiones), eso que llaman ‘políticamente correcto’, pues procuro, sin pretender hacer daño a la gente que me rodea y gente a la que quiero, decir lo que siento siempre que tengo ocasión, y parte de lo que pienso. Sin embargo me gustaría ‘desmembrar’ esa parte de mi que no se ve, pero se siente y me late dentro, para conocer su interior.
Quizá sea como cierre de un año que, también, ha resultado (está resultando) duro, el que en este último domingo de estos doce meses que tocan a su fin, me apetezca preguntarme sobre quién soy, realmente. Para mi ha sido un año con muchas más cosas positivas (buenas) que negativas (menos buenas). Aun así, opino que es bueno preguntarse sobre uno mismo. Ya lo he comentado en otras entradas, pero no está mal recordarlo: somos nuestr@s mejores amig@s. Si no nos queremos, si no nos gustamos, si no nos hablamos, si no nos toleramos, si no nos perdonamos… ¿Qué podemos esperar del resto de personas que nos rodean. ¡Feliz Navidad! ¡Felices Fiestas!
.
Si te apetece puedes escuhar el poema
.
¿Quién soy yo?
Pero, quién soy yo,
realmente,
me he preguntado
en incontables ocasiones,
y sobre todo ahora
en este preciso instante
de la vida
que estoy viviendo.
Y no me refiero a reconocer
esa imagen, a veces desconocida,
que me devuelve el espejo
si me sitúo frente a él.
Y no me refiero a reconocer
esa imagen, a veces desconocida,
que se refleja en el cristal
de un escaparate cualquiera
cuando paseo por las calles
de cualquier ciudad.
Me refiero a esa parte de mi
que queda,
una vez se elimina todo aquello
que pudiera parecer superfluo
y cuasi sin importancia.
Todo aquello que me permite
sentir y vivir;
todo aquello que me permite
escuchar y tocar;
todo aquello que me permite
oler y degustar;
todo aquello que me permite
ver y comunicar.
Me refiero a esa parte de mi
que queda,
una vez que se elimina la piel
y el vello que me recubre y protege;
una vez que se elimina el esqueleto
que sostiene mi cuerpo
y los músculos que los protegen;
una vez que se eliminan los ojos
y las orejas y la boca,
que me permiten ver, escuchar y hablar;
una vez que se elimina todo rastro
de este cuerpo físico
y queda tan solo la esencia de lo que soy…
Pero, ¿quién soy yo realmente?
No lo sé,
aún estoy buscando la respuesta.
.
.