Cada estación tiene su encanto, y procuro disfrutar de esa particularidad que les diferencia. Si bien es cierto que, la primavera es la que más me gusta. Si me pongo a pensar podría escribir miles de razones de por qué esta predilección, respecto de otras. Tengo bellos recuerdos de los veranos vividos; tiempo de vacaciones, de calor, de momentos compartidos con familia y amigos… Tengo bellos recuerdos de los otoños pasados; melancolía, coloridos y fragancias irrepetibles, tiempo de tránsito, de instantes compartidos con amigos y familia… Tengo bellos recuerdos de los inviernos remotos; fechas muy señaladas, final de etapas, caminos nevados, de encuentros con aquellos que amas.
En esta ocasión he querido reflejar, de una forma anárquica y según brotaba de mi pensamiento/sentimiento, aquello que más me gusta o, al menos, aquello que viajaba libre desde dentro de mi, sin buscar una frontera definida. Sería capaz de escribir un poema interminable si tuviera que recoger todo lo que me gusta de esta vida que me ha tocado vivir. Estoy convencido de que si tuviera que recoger, en versos, lo que no me gusta, el poema sería menos interminable, sabiendo que sí tendría su buena extensión, pero son más las cosas que me gustan, que las que no. Sin duda alguna.
Y es por ello que he querido compartir estos versos, y no otros. A la vez te propongo un reto/juego personal para cada uno, o cada una. Escribe todo aquello que te gusta. Empieza por no pensarlo. Deja que brote. Para ello intenta poner la mente en blanco, y después de inspirar y espirar, un par de veces, deja que brote todo aquello que te gusta y que acaricia cada uno de tus sentidos. Percibe. Siente. Viaja a tu niñez; al verano pasado, al día de ayer; a tu último viaje; a la última vez que reíste; a una mirada; a un sonido; a un tacto… Viaja donde quieras viajar y descubrirás la belleza que te regala la vida.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Me gusta la primavera;
quizá porque nací un mes de mayo
de hace ya algunos años.
¿Cuántos?
Qué más da, no es la razón,
ni de principio ni de fin,
de este soñar poético.
Y me gusta el volar de las aves
cuando surcan el azul del cielo
y los peces de colores;
sentarme en un banco del parque
a observar el danzar de las hojas
y el acariciar de los sauces
sobre el agua transparente del estanque;
y los charcos…, me encantan los charcos
y el chapoteo de las gotas de lluvia
cuando se lanzan sobre él libres,
únicas e irrepetibles, como los copos de nieve.
Me gusta tumbarme sobre el suelo
pues me siento más unido a la tierra;
me gusta la fragancia de las flores
y ese olor a recuerdos de la niñez
que desprende la olla de leche caliente con canela
antes de preparar un dulce y meloso arroz
que cocinaba mi madre o mi abuela…,
también me gusta el olor penetrante
del pan recién horneado
y el repicar alegre de las campanas.
Me gusta pasear contigo cogidos de la mano
entrelazando nuestros dedos hasta confundirse
y mirarte a los ojos
y escuchar tu risa
y abrazarte
y besarte…
Cómo me gusta besar esos labios que me susurran
todos esos ‘tequieros’ que me regalas.
Me gusta la suave brisa del viento
alborotando caprichoso tu pelo
y el arcoíris después de la tormenta
y el olor a tierra mojada;
soñar contigo cada noche
y despertarme a tu lado cada amanecer.
Me gustan tantas y tantas cosas
que tendría que vivir varias vidas
para recoger, en un poema interminable,
todo lo que me gusta
de lo que sueño, vivo y siento.
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